LA PRISIÓN QUE ENCIERRA EL SER
Cuando nacemos, todas nuestras estructuras y emociones están sanas y perfectas, somos puros.
Nacemos con una personalidad que nos hace únicos y diferentes de los demás. Unos son mas prudentes y reservados que la media, otros muy sensatos y ordenados, otros serán especialmente vitalistas e independientes, los habrá muy responsables y juiciosos, también otros protectores y amorosos, y también los habrá muy alegres y atrevidos.
Éstas son características que reflejan las distintas personalidades. Sin embargo, entre los tres y siete años, esas personalidades que en todos los casos son prometedoras, se ven empañadas por las creencias de los padres y del entorno social en que que crecen y se educan.
La necesidad de ser aceptado, valorado, querido, crea en el niño el dolor de tener que elegir entre SER lo que ES de verdad y lo que los demás quieren o desean que sea. El niño quiere complacer pues ama profundamente a sus padres, no quiere disgustarles, por eso va renunciando poco a poco a su originalidad, a sus diferencias a su ser exclusivo, a sus grandezas para pasar a ser socialmente aceptado y querido por su entorno.
Tan solo un dos por ciento de los niños decide no renunciar a su verdadera personalidad y va creciendo y creando en armonía esa vida que realmente nació para vivir. Son aquellos que siempre han sabido a qué se querían dedicar y no han encontrado freno a ello, y si lo han encontrado, lo han obviado y han seguido su camino.
Son pocos. La mayoría ha desconectado antes de los siete años sus emociones más preciosas para ser aceptado y reconocido. Lo han hecho por puro amor y por entrega a sus padres que desconocían que las diferencias de su hijo eran las que le iban a hacer grande en el futuro.
Esa renuncia imposibilita el acceso y el fortalecimiento de sus estructuras innatas. El niño entonces se obliga a ver la vida desde el punto de vista de sus padres, sus educadores o adultos de referencia. Él se anula y se incorpora la visión del mundo según paradigmas impuestos. Renuncia a su verdadera personalidad que se transforma en una tipología incorporándose una o varias máscaras para sobrevivir en un mundo que él en esos momentos considera hostil.
La tipología de personalidad es la prisión que encierra y oculta el ser auténtico. Es lo que nos hace a todos iguales para permanecer en el rebaño atendiendo a las normas y pautas sociales.
Tú también estás encerrado en una tipología. Has desconectado tu talento y te prohíbes acercarte a tu vocación. Si no sabes cuál es tu camino, a qué dedicar tu existencia siendo feliz, cuál es ese don que te hace especial y diferente a los demás. Si no sabes porqué te pasa lo que te pasa, no te desanimes ni decaigas, no te quedes resignado y triste creyendo que en esta vida te toca sufrir. Averigua cuál es tu tipología de personalidad, en qué prisión estás aún encerrado, despierta a tu verdadero SER y libérate.
Entonces tendrás una ruta marcada y podrás vivir en plenitud la vida que realmente has nacido para vivir.
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