LAS EMOCIONES Y TÚ

NO TE ABANDONAN

Hay un determinado número de personas, no muy amplio, que tratan de comprender lo que les pasa echando una mirada a su interior, pretendiendo descubrir qué hay en ellos para que confluyan determinados acontecimientos y remuevan sus vidas. Sin embargo la mayoría de las personas huyen del autoconocimiento, eso es para otros, para los que están mal, para los débiles. Se sienten superiores porque no necesitan revisarse, «¡vaya aburrimiento mirarse a uno mismo!» deben pensar.
Nada importa que trabajes o no, que conduzcas un mercedes, que seas un alto directivo o que dediques tu vida a una actividad sin ánimo de lucro. Que nadie pretenda crear diferencias por el estatus, porque parece que aún no nos hemos enterado que todos somos SERES HUMANOS y como tales absolutamente todos y por suerte, tenemos emociones.
Como ser humano también tú tienes emociones. ¿A qué conduce no asumirlo ni reconocerlo? No mirar hacia dentro exige forzosamente mirar hacia fuera, entonces repetirás los patrones de conducta más habituales y extendidos en nuestra sociedad. ¿En cuáles te identificas?: 
  • Ves los defectos en los demás, los fallos no son tuyos sino de ellos, te resulta cómodo y conveniente culparles de tus fracasos para evitar pasar tú mismo tu propio duelo. 
  • Te resulta más placentera la queja, el «si no fuera por…» que ponerte manos a la obra y hacer algo por y para ti. 
  • Te cuesta menos trabajo criticar a la espalda que dar la cara y expresar tu sentir. 
  • Es mucho más agradable entregar lo mejor de ti a los peores y convertirte en «salvador» para que todos vean tu generosidad. Así ocultas las decepciones que sufres una tras otra.
  • Te manejas mejor en la envidia socavada y oculta tirando por suelo al que se aventura a crear, a ser diferente. Pero de ese modo tu ser nunca llegará a crecer, nunca te sentirás orgulloso de ti.
  • Ves conveniente odiar y permanecer resentido urdiendo en tu interior variedad de venganzas contra aquellos a los que responsabilizas de tus males, en lugar de aceptar que tú eres quien ha perdido algo que no supiste conservar.
  • Te sientes bien en la imprudente euforia que solo conduce a picos de subidas y bajadas sin esperanza de equilibrio ni pausa.
  • Te complace la impaciencia, el resultado rápido y te vuelves caprichoso, ansioso de que los demás colmen tus expectativas.
Una persona que no atiende y revisa sus emociones caerá en todas o en varias de esas fórmulas letales y seguirá sin mirar dentro, creyendo que la vida es injusta o ingrata o por el contrario, tratando de aprovecharse de otros más sumisos. 
Puedes colocarte por encima o por debajo, pero en ninguno de los casos estarás en tu centro, en tu equilibrio, en tu ser, en tu paz interior.
Permítete conectar con tus emociones, no te niegues eso a ti mismo. Una vez reconocidas sabrás que el camino a seguir, el que te reporta bienestar, es el opuesto al que estabas siguiendo hasta ahora.


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