¿POR QUÉ NECESITAMOS RECONOCIMIENTO?

CARECEMOS DE ORGULLO

Los padres buscan incesantemente que su hijo sea bueno, obediente, listo, aplicado, que no moleste y que todo el mundo diga: «tu hijo es una delicia». Esa es la primera necesidad de reconocimiento que percibimos en los primeros años de vida,la de nuestros padres. Son ellos los que necesitan el reconocimiento externo. Por eso nos transmiten la necesidad de ser «perfectos» para ellos. Para lograr tan altos objetivos, utilizan palabras estratégicas del tipo: así te voy a querer más o mira fulanito lo bueno que es o si haces lo que te digo tendrás un premio.
Desde bien pequeños, sentimos en nuestras carnes las odiosas comparaciones, los demás siempre son mejores que nosotros. Así, para lograr el cariño de las personas que nos han dado la vida, que nos cuidan y protegen, sucumbimos sin alternativa posible a sus chantajes emocionales, porque según ellos todo lo hacen por nuestro bien. El niño confiado, entrega su alma y su ser, al adulto que sabe mucho más, otorgándole pleno sobre su propia persona, sobre su propia valía.
A partir de ahí, lo normal es que dudemos contínuamente de nosotros mismos. Si te esfuerzas y no te reconocen ni valoran tus méritos, porque te comparan y exigen que des más, lo normal es que según crezcas, no te sientas capaz de dar la talla, te veas inferior o pequeño ante otros,  temas hacer el ridículo y por tanto prefieras no exponerte para evitar un rechazo.
Los mensajes recibidos en la infancia son los que van a marcar que tu camino hacia el éxito personal sea rápido y sencillo o esté plagado de tropiezos e inconvenientes. Si te han dado mensajes del tipo: «sé tú, tu vales, estoy orgulloso de ti simplemente por ser quien eres, puedes decidir, eres capaz, confío en ti», lograrás el éxito en cualquier cosa que te propongas. Sin embargo los mensajes que recibimos son más bien castradores, cargados de competitividad y de comparaciones con otros. Por eso crecemos sintiéndonos mucho menos de lo que somos realmente. Porque sin quererlo nuestros mayores proyectaron sus frustraciones y su necesidad de reconocimiento sobre nosotros. Seguramente no pudieron ni supieron hacerlo de otra manera. Ahora los reproches están fuera de lugar. Ahora es momento de aceptar que son los mensajes los que nos impiden dar la talla, pero si logramos vencerlos y sobreponernos a ellos, la valía de la persona sigue ahí intacta.
No necesitas que nadie te diga lo que vales, que nadie reconozca tus cualidades. No dejes de nuevo tu valía en manos de terceros. ¡Ya no! Volverás a ser la víctima de fácil manipulación porque dejas al libre albedrío de otro que te ensalce o te deje tirado como una colilla.
Empieza por reconocerte a ti mismo. Aún no he conocido a una sola persona (y trabajo con muchísimos grupos) que no sea especial, diferente, innovadora, original, rompedora, creativa. Todos somos GRANDES y compartimos capacidades increíbles.  
No hay derecho a que te sigas amputando porque no tuviste el reconocimiento que necesitabas en la infancia. Mira dentro de ti. Apuesta por ti. Lánzate a ser quien eres, muéstrate natural, siéntete libre de ser, hacer, actuar lo que te venga en gana en cada momento. Hazlo por ti. No esperes aprobación, eres tú quien se debe aprobar y sentirse bien orgulloso de si mismo, por atreverse a no hacer las cosas en función de los demás.
Cuando lo hagas, notarás que tu entorno valora tu autenticidad más que nada en el mundo y comenzarás a recibir ese reconocimiento que tanto buscabas. No será como tú esperabas, será diferente y enorme porque te valorarán simplemente por ser tu mismo, natural, auténtico y espontáneo. Son cualidades que están dentro de ti. No tienes que ir a ningún sitio a buscarlas ni pagar por tenerlas. Eso si, has de soltar y eliminar por completo cualquier atisbo que implique tu necesidad de ser aplaudido y reconocido por otros. Es una condición necesaria.
Cuanto te reconoces es cuando puedes empezar a quererte. No al revés. Los demás también te querrán. Sin reconocimiento ni autoestima personal, jamás encontrarás el cariño ni el amor que en tu interior sabes que mereces.
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