SE NOS OLVIDÓ LO SENCILLO
¿Nadie se ha preguntado nunca porqué nos gustará tanto complicar las cosas?
El ser humano necesita evolucionar, desarrollarse, mejorar. Tenemos un cerebro que ejercitar. Pero eso no implica alejarse de lo sencillo. A veces parece, que rizar el rizo, aportar argumentos ininteligibles para otros, o esgrimir datos al modo científico nos aporta un punto de superioridad sobre los demás. Nos hace sentirnos importantes. Por eso nos gusta complicarnos la vida. Tras ello se esconde un placer oculto: buscar el camino difícil. Como si ello nos dotara de una talla especial.
Entender la vida de ese modo nos atrae complicaciones, esfuerzos, sacrificios y muy poco amor. Es la solución perfecta para seguirse quejando a la vez que demostrando que «mis problemas son los más considerables».
La vía del amor es la vía de la sencillez, es la rendición ante la evidencia, es el abandono del deseo de control, es lo que facilita el fluir. Esto se sabe desde siempre, desde el inicio de los tiempos. Lo que se nos olvidó es que ambas cosas son compatibles. Que podemos evolucionar, avanzar y desarrollar nuestro intelecto, sin por ello abandonar nuestra esencia: el amor, lo sencillo, lo bello, lo limpio. Aquello que sale naturalmente de nuestro ser profundo. Porque si queremos mejorar y evolucionar en la dirección correcta no podemos hacerlo a espaldas del amor. Entonces sería como dejar de amar la vida para amar tu propio ego. Por eso seguimos enrevesando y enmarañando, porque nos hemos enamorado de quien no debíamos: de nuestro ego, de nuestra mente.
El auténtico amor no se encuentra ahí sino en la entrega ante belleza de la vida, en la grandeza del ser humano, en la solidaridad con tus semejantes, en el compromiso con la verdad.
Los niños lo saben muy bien. Aún nadie les ha hecho sentir lo contrario. Tantos avances, tantos progresos y al final lo que resuelve todo es el amor.