SI SON LIMITANTES, ERRADÍCALAS
Cuando somos pequeños seguimos nuestros instintos e intuiciones para obtener nuestras necesidades. Somos felices. Vivimos nuestro “ahora” sin temor al futuro, sin anticipar preocupaciones ni permanecer en el pasado.
Luego aparecen las pautas de nuestros padres vinculadas a las normas sociales, religiosas y culturales del país. Nos inculcan el concepto del bien y del mal con el fin de convertirnos en personas de provecho: “esto es bueno”, “si haces lo otro, eres malo”. Somos socializados en el sistema de premio y castigo. Si somos buenos porque nos comportamos como nuestros padres quieren, nos premian, si no, nos castigan.
En busca de la recompensa y escapando de la penitencia, intentamos ser como ellos piden. No elegimos nuestras ideas, son impuestas. Esa información se almacena en la memoria, donde queda grabada a base de repeticiones. Cánones como la delgadez y la gordura, la belleza y la fealdad, la inteligencia y la estupidez, la riqueza y la pobreza aparecen por primera vez condicionando nuestros pensamientos. Y los creemos sin dudarlo. Esas opiniones de nuestros padres son las que pasan a formar parte de nuestro sistema de creencias.
Nos pautan cómo debemos ser, o cómo deberíamos comportarnos. Sentimos la necesidad de ser “perfectos” para ellos. Es cuando empezamos a aparentar lo que no somos y a enjuiciarnos: “nunca conseguiré ser como ellos esperan de mí”. Seguidamente comenzamos una búsqueda que ocupará toda nuestra existencia, sin recordar que lo que procuramos ya lo tuvimos pero decidimos enterrarlo. La libertad se convierte en nuestro sueño, porque no somos libres de ser como somos. La felicidad nunca llega porque con tanta “perfección” hemos perdido nuestra propia identidad.
Las creencias las incorporamos a nuestro ser a base de repeticiones, de ahí tan profundo arraigo, pasando a formar parte de nuestro subconsciente. Tan sólo las podremos erradicar del mismo modo: a base de repetición y práctica en el sentido contrario. Si has interiorizado que nunca conseguirás destacar en ninguna labor, sólo repitiéndote: “soy válido, no tengo límites, puedo conseguir lo que me proponga” lograrás contrarrestarlo. La buena noticia es que se puede alcanzar con el conocimiento de las emociones.